10/20/2009

Desesperación



La barra de un bar. Música antigua de fondo y una camarera rubia con unos vaqueros y unas botas de chúpame la punta secando los vasos recién sacados del lavaplatos.
Miles de botellas reposando sobre cada una de las baldas de madera e iluminadas por unos focos tenues que no dejan ver bien las caras de los visitantes.
Sentado en una esquina, sobre un taburete, cigarro en la mano.
A su lado otro asiento cubierto por un abrigo a modo de acompañante inexistente.

Un whisky. Después otro.
Humo rodeándole y un cenicero que cada vez se llena más.
Otro whisky. Una hora, y dos, y tres.
Solo.
Un cigarro más y otro whisky.
Cada vez más solo y la música más baja.

-Vamos a cerrar- se acerca la camarera.
Él ni se inmuta y sigue enfrascado en el fondo del último vaso.
A los cinco minutos ella vuelve: -Amigo, me quiero ir a casa. Tienes que marcharte.-
Sin levantar la mirada contesta: -Púdrete zorra.
Entonces coge el vaso, lo deja encima de un estante cerca de la caja registradora y sale de la barra apagando las luces. Coge su abrigo y a él del brazo.
-Puta de mierda, déjame en paz. – Pero él tampoco es capaz de oponer resistencia.
Consigue cerrar la puerta y cuando está a punto de meterse en el coche le grita:
-Llegará.

Y él sólo es capaz de contestarla: -¿Sabes?  Ojalá.





Gracias Adri.

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