1/15/2010

Precios, salarios y beneficios



Salió del coche y corrió por el verde como si algo la empujara hacia algún lugar.
Llevaba ya dos días con un vuelco en el pecho que no podía controlar. La sensación de vacío y necesidad de escape se hacía poco a poco más insoportable, el nudo en el estómago le recordaba en cada uno de sus minutos la necesidad de vomitar todo lo que había tragado.
Mentiras, algunas piadosas, locuras, lapiceros sin punta, balcones de Julieta, risas falsas, ranas que nunca fueron príncipes, lunas vacías, guitarras eléctricas desafinadas, polígonos irregulares, palabras impronunciables y hasta resquicios de historias que no había vivido.
Y ahora sólo quería pararse y gritar, gritar para que todo el mundo se enterara de que ella también sentía.
Quería llorar y correr y que después la abrazasen y se quedasen con ella, hasta que su corazón volviese a recuperar su ritmo pausado.
Había cogido la lupa encerrada en el último cajón de su secreter y no podía parar de buscar: quería más, y más, y más...
Y eso la hacía tan vulnerable que estaba acojonada.

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