4/28/2010

(R) de Reír o de Rothko




-¿Sabes Alicia? Tenía miedo.
-¿Miedo? Miedo, ¿de qué, Adrián?
- De vernos. 
-¿Te daba miedo volverme a ver?
-Sí. 
Y una ráfaga de viento sacudió algunos mechones de su pelo castaño acercándolos a su nariz
-Llámame loco pero hemos estado dos meses enviándonos mensajes y había comenzado a cogerle cariño a eso; a charlar con una desconocida. 
Entonces él la miró tan fuertemente que no pudo separar los pies del suelo y trató de seguir: 
-Cuando te pedí tu número lo hice porque eras muy guapa... Y ahora todo ha cambiado.
Ella aprovechó el impás para reírse y rebuscar algo en el bolso.
-¿Me estás llamando fea? - sacó un pequeño estuche color naranja y de él obtuvo un oxidado lápiz negro.
-No, tonta. Simplemente, todo ha cambiado.
Alicia, con el lápiz, comenzó a trazar con la ayuda de un minúsculo espejo de bolsillo una especie de bigotes a lo más puro estilo Dalí en el centro de toda su cara. 
-¿Mejor ahora?
De pronto, Adrián se fijó en cómo aquella chica de chaqueta blanca y tez clara estaba sentada al borde del banco, con un mostacho sintético que lucía sobre la sonrisa más espectacular que jamás había visto y sujetando con su mano izquierda la capucha de su lápiz negro.
-Estás preciosa. 
-¿Entonces?
-Cuando empecé a hablar contigo te transformaste en alguien interesante. Tenía miedo de que eso cambiara cuando nos viéramos. 
El chico guapo se inclinó para ofrecerle un beso en la mejilla; era alto y tenía dos hoyuelos clavados como margaritas en cada una de sus mejillas. 
-Te escribiré mañana. 






En la vida, lo esencial es formular juicios a priori sobre todas las cosas. En efecto, parece ser que las masas están equivocadas y que los individuos tienen siempre razón. Es menester guardarse de deducir de esto normas de conducta: no tienen por qué ser formuladas para ser observadas. En realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington. Todo lo demás debería desaparecer porque lo demás es feo, y toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen procede del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, en esencia en una proyección de la realidad, en una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y que presenta una distorsión. Como puede verse, es un procedimiento confesable donde los haya.
(Boris Vian, La espuma de los días)

4/22/2010

Quería decirle que su deseo de amar era más fuerte que su amor.


Querida Yo,


Hace tiempo que no te escribo. Hace tiempo que no quiero saber de ti.
La última vez que me paré a pensar en ti la calle húmeda se desenroscaba delante mío mientras un nuevo amanecer se separaba lentamente del horizonte este de esta ciudad que cada noche me atrapa.
Caminaba hacia la normalidad, esa que no me pertenece. Tenías razón, yo pertenezco a la noche, esa noche que me encadena a lazos que no me aprietan, a besos que no me rajan, a cuerpos que me calientan a medias.
Puta de periferia.
Mis zapatos rojos agredían el asfalto, un tacón después del otro, sin preguntarme por qué, sin girar la cabeza hacia atrás como siempre he hecho, para no ser acusada de la sombra que se burla de esta forma humana orlada de vivos colores.
Mis pies golpeaban el firme con un ruido sordo, acompañaban mi marcha solitaria delante de la luz roja que me desafiaba, descarado, junto cuerpos torpes que se acunan hacia la vida. Círculos concéntricos de banal humanidad.
Yo dejo el círculo con la primera luz del alba, límite de mi perverso mundo. Dedico unos escasos cinco segundos a filtrar la mentira para engañar a la verdad mientras sigo mi camino zigzagueando embutida en mi disfraz de escena, como un payaso en el circo de la vanidad.
Andaba.
Ralenticé el ritmo para poderlo observar.
La vieja estatua descansaba hipnotizada en su triste reposo, sin cansancio, rabiosa por las heridas que sus años inclementes y las estaciones no se olvidan de decretar.
Intentamos alcanzar nuestro lazo rojo mediante un equilibrio precario.
Un largo salto al vacio.
Yo, puta de la tercera calle, a la derecha de la Gran Vía, perdida en el abismo de mi inevitable perdición, miro hacia arriba y veo el mundo que vive mientras yo estoy demasiado cansada y vacía incluso para dormir.
Observo las flores que no salen por la noche porque no están iluminadas, a esas horas sólo están las luces de los coches que se acercan lentamente a la acera.
Ínfima solución a la tristeza. Yo vendo dosis de alivio.
Maldecida por las mujeres, disuelvo el yugo de su buen gusto y reavivo el fuego de sus amores perdidos.
Desde lo hondo de mi jaula miro hacia arriba.
Como la resina disuelta por el sol, ignorándome abandonan mi forma humana que envuelve mi cuerpo de puta.
El viejo estaba allí, arrugado como una hoja de papel.
Me acerqué y me senté. Él acercó su mano hacia mí y apoyó sobre mis rodillas un trozo de periódico amarillento.
Me miró. Sus ojos tenían el color del cielo reflejado en el hielo perenne.
El tiempo había dibujado sobre su cara mil calles paralelas, segmentadas por carriles irregulares encadenados a profundos abrazos.
Sonrió tímidamente y me dijo: - Escribe lo que sabes.

Aquí estoy, amiga, escribiendo desde entonces. Y si esta carta te ha llegado es, probablemente, porque la dejé en el buzón de la esquina cuando me dirigía a casa, habiéndome olvidado de llevar puesto todavía mi disfraz de puta.




"Muchos hombres creen que soy un concepto, o que quizás les complemento, o que voy a darles vida. 
Sólo soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu, no me asignes la tuya... "
(Charlie Kaufmann)

4/20/2010

(J) de Jugar o de Juana.



Luego, con los mismos movimientos de autómata que pude descifrar desde el primer momento en el que le vi, se levantó del sillón verde oliva del despacho del abuelo y se puso la chaqueta. 
A través de la barba tupida de color teja que portaba pude vislumbrar una pequeña sonrisa de despedida. Puso la mano en mi hombro y miré por última vez sus preciosos ojos azules que embaucaban borrachos de egolatría. 
-Adiós, Alicia. - mis últimos rizos castaños se movieron con el viento que levantó cuando cerró la puerta tras él.
Me asomé a la ventana. El jardín estaba verde y el cielo cubierto por una nube grisácea que amenazaba tormenta, olía a la pipa del abuelo. Desde dentro le seguí con la mirada: se había vuelto a poner la chistera y bajaba los escalones de la entrada pisando con fuerza cada uno de los baldosines. Seguía con seguridad y rapidez su camino sin desviarse un ápice del sendero hacia el coche. 
El chófer arrancó el motor del nuevo Rolls y a los dos minutos le perdí de vista.
Regresé a los posos de té de mi taza ya vacía sentada a los pies de la chimenea encendida. 
Me pregunté si así se llamaba la decepción. 
Le olvidé bastante pronto. 



Mark: No creo que seas idiota. Bueno, sí que hay ciertos aspectos ridículos 
en ti... tu madre es muy interesante. Y realmente eres una oradora terriblemente mala. 
Y sueles soltar lo primero que te viene a la cabeza sin tener en cuenta las consecuencias. 
Comprendo que cuando nos vimos en el bufé del Pavo al Curry estuve 
imperdonablemente grosero... y llevaba un jersey que mi madre me había regalado el día anterior. 
Lo cierto es que...lo que intento decirte con mucha dificultad es que en realidad, 
y tal vez a pesar de las apariencias, me gustas muchísimo.
Bridget: A pesar de que fume, de que beba, y tenga una madre vulgar... y diarrea verbal...
Mark: No, me gustas muchísimo...tal y como eres.
(El diario de Bridget Jones)





4/18/2010

Especuladores de oníricas irrealidades.




Si hay dos explicaciones para el mismo fenómeno, sobra una. 




Mis ideas están basadas en mi asombro y admiración por las leyes contenidas en el mundo que nos rodea. Quien se maravilla de algo, toma conciencia de algo maravilloso.
(M.C. Escher)


4/16/2010

(D) de Droga o Dickens



-¿Y eso en qué posición nos deja Cati?
-Creo que en tablas.
- Ondea la bandera blanca de una vez, ¿Por qué te gusta tanto la guerra?
-Primero está todo lo demás y luego la guerra... la guerra que saca a la luz lo peor de cada persona, nunca lo bueno, siempre lo peor... Esto no tiene nada que ver con una guerra,  Álvaro.
-Pero tengo la horrible sensación de que no te veré mañana.
- Mis sonrisas no son promesas, ni mis besos contratos.




¿Sabes que se me ocurrió? Que eres un crío, y que en realidad no tienes ni idea de lo que hablas. Es normal, nunca has salido de Boston. Si te pregunto algo sobre arte, me responderás con datos de todos los libros que se han escrito. Miguel Ángel, lo sabes todo: vida y obra, aspiraciones políticas, su amistad con el Papa, su orientación sexual... lo que haga falta, ¿no?. Pero tú no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto. 
Si te pregunto por las mujeres, supongo que me darás una lista de tus favoritas. Puede que hayas echado unos cuantos polvos... pero no puedes decirme qué se siente cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad. Eres duro. 
Si te pregunto por la guerra, probablemente citarás algo de Shakespeare: "De nuevo en la brecha amigos míos". Pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a tu mejor amigo entre tus brazos esperando tu ayuda mientras exhala su último suspiro. 
Si te pregunto por el amor, me citarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable. Ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la Tierra para ti, para que te rescate de los pozos del infierno, ni que se siente al ser su ángel. Al darle tu amor, darlo para siempre. 
Y pasar por todo, por el cáncer. No sabes lo que es dormir en un hospital durante dos meses, cogiendo su mano, por que los médicos vieron en tus ojos que el término horario de visitas no iba contigo. No sabes lo que significa perder a alguien. Porque sólo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo. Dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo. Te miro y no veo a un hombre inteligente y confiado. Veo a un chaval creído y cagado de miedo. Eres un genio Will, eso nadie lo niega. Nadie puede comprender lo que pasa en tu interior. En cambio, presumes de saberlo todo de mí porque viste un cuadro que pinté y rajaste mi puta vida de arriba a abajo. Eres huérfano, ¿verdad?. ¿Crees que sé lo dura y penosa que ha sido tu vida, cómo te sientes, quién eres, porque he leído Oliver Twist?, ¿un libro basta para definirte?. Personalmente, eso me importa una mierda porque, ¿sabes qué?, no puedo aprender nada de ti, ni leer nada de ti en un maldito libro. Pero si quieres hablar de ti, de quién eres... estaré fascinado. A eso me apunto. Pero no quieres hacerlo, tienes miedo, te aterroriza decir lo que sientes. Tú mueves chaval."
(El indomable Will Hunting)

4/13/2010

Con seis dioptrías y un nódulo tiroideo.



Para mí siempre serás Monipenny. Te recordaré como aquella tarde que recorrías la ciudad con tu paraguas de puntos negros pegando carteles en las farolas, saltado de una a otra como si de charcos se trataran.
Evitando tu suerte de suicidio continuo y huyendo de tus inviernos de bolas de espino cargados de balas de fogueo.
En ellos, su cara.
En otros, la tuya.
Mientras tanto, te ponías en búsqueda y captura volcando el estómago hacia una copa de vino blanco que brindaba por un beso que sabía a la sangre que perdiste por el camino.








GRAHAM: ¿Qué es un cínico?
LORD D.: Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada.
GRAHAM: Y un sentimental, mi querido Darlington, es un hombre que da a todo un valor absurdo y desconoce el precio de venta de cualquier cosa. 


(El abanico de Lady Windermere. Oscar Wilde)

4/12/2010

(C) de Caos o de Clara.



Jen llevaba merodeando toda la mañana por casa vestida con su bata de gasa color beige y con un té al limón contenido en un mug de loza comprado en su última visita a Londres. Estaba descalza, su pelo rubio casi transparente se recogía en una especie de moño por un lapicero viejo que había encontrado en su secreter; parecía una de las geishas que recuerdo de mis viajes a Oriente.
Por las ventanas entraba ese sol de invierno del que se podía intuir que fuera hacía frío, pero debajo de su atuendo estaba completamente desnuda y sus piernas se veían aterciopeladas de un color nácar perloso que hacía reflejar todos los rayos.
Entró en la habitación prohibida y encendió el reproductor de música, después  abrió tres o cuatro botes de pintura y cogió una brocha en su mano derecha mientras que con la izquierda encendía un Marlboro Light.
Debió pasar más de tres horas encerrada en el cuarto en el que me tenía prohibido entrar, no podía ni siquiera llamar a la puerta. Cuando por fin salió pasó por el salón sonriéndome y siguió recto hacia el dormitorio; empezó a revolucionar todo, abrió cajones y armarios y desmontó todas las estanterías.
-Jen, cariño, ¿Qué haces?
-Tirar el síndrome de Diógenes a la basura, mi amor.
Ahí la vi: sentada en la alfombra circular de la habitación con sus piernas desnudas y dobladas hacia atrás rodeada de mil quinientas fotografías y cartas y papeles y todos los objetos que habían llenado cada una de las esquinas de su vida hasta el momento.
Me di la vuelta y mi curiosidad me colocó en el centro del cuarto prohibido.
El lienzo esperaba pálido a que una gota de pintura le hiciera respirar y, sin embargo, a su alrededor, sobre lo que antes era una pared blanca de cal, mil mezclas de los tubos de óleo que había vacíos en el suelo adornaban todo el resto de la pared como si de un marco se tratara.



“…una extensión de arena solitaria, y allí, en la sombra violeta de unas rocas rojas que formaban como una caverna, tuvimos un breve encuentro, con un par de anteojos negros perdidos como únicos testigos.
[...]
En verdad Lolita no pudo existir para mi si un verano no hubiese amado a otra…”

(Lolita de Vladimir Nabokov)

4/10/2010

Se han perdido todos menos yo.


-Tus labios no besarán a nadie esta noche, salvo que ese alguien sea yo.
-¿Tienes algún derecho sobre mi?
-Que me deseas tanto como yo te deseo a ti.

Los sables no sienten miedo.




Es un estado de divergencia mental, de pronto me encuentro en el planeta Occo. Soy parte de la elite intelectual que se prepara sin descanso para subyugar a las hordas barbaras de Plutón. Pero aunque para mi se trata de una realidad totalmente convincente en todos los sentidos, sin embargo sólo es un producto de mi psique. Yo soy mentalmente divergente y con ello escapo de ciertas realidades innombradas que invaden mi vida aquí. Cuando deje de ir allí me pondre bien?"
(Doce monos)

4/06/2010

(B) de Bach o de Bailar.




Sólo recordaré el momento en el que entré por la puerta de aquella pequeña librería al oeste de la ciudad y la encontré a ella; menuda, risueña, con una cola de caballo que colgaba a lo largo de toda su estrecha espalda.
-¿Cómo te llamas? - me preguntó cuando me coloqué al otro lado de la estantería donde ella estaba.
-¿Qué importa cómo me llamo? - le contesté sin pensarlo. -Juguemos a que no tenemos nombres. A que estamos aquí y ahora, todo el resto no importa. No importa quién seamos ni de donde vengamos. Ni cuantos años tenemos ni a qué nos dedicamos.
Quitó un puñado de libros intentando mirarme. -Pero eso no sería real. Estás loco. - tiró la pila que tenía en la mano al suelo y mientras yo me movía hacia la izquierda me siguió correteando por el pasillo. 
-Está bien, entonces soy un fantasma. - y me escondí detrás de la cortina.
-¿Un fantasma? ¿Y qué es un fantasma? - se dio la vuelta y empezó a bailar al compás de algo que canturreaba.
-Una fotografía borrosa. Es como un instante de dolor, quizás. O algo muerto que parece, por instantes, vivo aún. Podría llegar a ser incluso un suceso horrible condenado por cadenas a repetirse iterativamente;  un sentimiento suspendido en el tiempo. - le dije saliendo de golpe de detrás de mi escondite y aullando como un perro.
Salió despavorida corriendo entre los libros y los viejos periódicos que estaban revolucionados por el suelo y las mesas.
La cacé. La rodeé entre mis brazos. 
-Me dan miedo los fantasmas
La besé. Sus labios eran tiernos y jugosos y su pelo era suave como su piel de color harina. 
-Y a mi las princesas. 



"Siempre fuiste un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos..."
(Rayuela)

4/04/2010

Llené tu maleta de besos infectados.


-Me he aburrido.
-¿De mi?
-Y de estar contigo.
-Pensé que teníamos cosas en común.
-Sí.... Quizá el número de cromosomas.





Elige la vida. 

Elige un empleo. 

Elige una carrera. 

Elige una familia. 

Elge un televisor grande que te cagas. 

Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. 

Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. 

Elige pagar hipotecas a interés fijo. 
Elige un piso piloto. 

Elige a tus amigos. 

Elige ropa deportiva y maletas a juego. 

Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. 

Elige el bricolage y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. 

Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. 

Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. 

Elige tu futuro. 

Elige la vida... 

¿Pero por qué iba yo a querer hacer algo así? 
Yo elegí no elegir la vida, yo elegí otra cosa 
¿Y las razones? 
No hay razones 
¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?
(Trainspotting)

4/03/2010

Black, Red and Black.




Padre entró en casa a las nueve de aquella tarde.  Venía con un maletín de piel negro en la mano y vestía un traje específicamente hecho para él, de color gris marengo, que resaltaba gracias a la corbata naranja que le había regalado Mamá la Navidad pasada.
Cuando entró en el cuarto de juegos saludó a sus dos hijas mayores.
-Esa guitarra suena realmente bien, Chica del Corazón Grande. – le dijo mientras besaba su frente.–Has vuelto.
-He traído Dulce de Leche – contestó mientras trataba de improvisar algunos acordes que a él le recordaban a las noches de desasosiego en Estados Unidos, cuando su grupo recorría las carreteras.
Con un gesto de agotamiento apoyó el maletín sobre el sofá y tiró de los pantalones hacia arriba para poder sentarse.
-¿Me cuentas ahora por qué te marchaste?
Ella metió la guitarra de nuevo a la funda, se levantó y también le besó en la frente.
-Tengo que estudiar.
-Serás una gran economista.
Se quedó sentado. 
Estuvo en la misma posición durante más de tres horas.
No sabía cómo decirle que no podía seguir inventándose excusas para no querer. 




-¿De qué ha muerto tu hermano?
-Supongo que de joven. Se ha suicidado.
(Tu vida en 65 segundos)

4/02/2010

(A) de Alicia o de Abril.



Todo el poder del mundo reside en los ojos.





No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos".
(El club de los poetas muertos)

4/01/2010

Patagonia Gauchesca.






La primera vez que vio a Renato estaba sentado en la estación de Retiro, llevaba gafas de sol y pantalones por la rodilla, no recuerdo si eran vaqueros ó azules. Esperaba un taxi que le llevara hacia su hotel. Quizá le había visto en Ezeiza, probablemente había tomado el mismo colectivo que ella para llegar al centro, pero no estaba segura.
Era moreno, no tendría más de 30 años.
Pudo ver que la miraba cuando entró por la puerta de la sala donde esperaban instrucciones y también cómo probaba a buscar las palabras exactas en castellano para saludarla, era brasileño.
Les sentaron juntos en el mismo remise, primero la llevaron a ella a la puerta del teatro. Cuando se despidió de él y de Pedro, el conductor, le pidió su número de teléfono.
-Cati, me llamo Cati. Y no tengo teléfono.
Le dio un beso en la mejilla y se bajó del auto cerrando la puerta.

La segunda vez que vio a Renato fue cuando Natalio, el conserje, llamó al camerino avisando que había llegado un paquete para ella. El Cervantes, Libertad con Avenida de Córdoba, era una de las salas más fastuosas de Buenos Aires aunque quedaba algo lúgubre con las telas adamascadas de las paredes; bajó las escaleras.
Los ojos verdes del chico moreno sostenían un ramo de rosas en el hall de baldosas azules estilo andaluz.

La tercera vez que vio a Renato entraba el sol de los 30º del mediodía de la ciudad porteña por el ventanal del piso veintidós del Intercontinental. Él todavía estaba dormido.
Salió de las sábanas sin hacer ruido y dejó la puerta entreabierta para no despertarle.
“Nos veremos en Río” .
Eso decía la nota que le dejó sobre la mesilla. 



"Sentí que se me encogía la garganta y, a falta de palabras, me mordí la voz. "
(Carlos Ruiz Zafón)