11/23/2010

O'clock.









-Coño, eres insufrible, de verdad. Cuando te pones en este plan no hay quien te aguante, chata.
-¿En qué plan Ál?
-En el que son siempre las siete en punto y llegas tarde otra vez.
-Banal. ¿Tienes un boli?
-Toma. Pero no tengo tipex así que con cuidado.
-Sí, eso se te da mejor, anda. 
-¿El qué?
-Nada.
-Venga, ¿El qué se me da mejor?
-Nada. Es que me transformé en Baloo y no conseguí convertir los lápices en suficientes plátanos....










Ivy Walker: Cuando estemos casados ¿bailarás conmigo? El bailar me parece bastante correcto. ¿Por qué no puedes decir lo que está en tu cabeza?
Lucius Hunt: ¿Por qué no puedes dejar de decir lo que hay en la tuya? ¿Por qué tienes que dirigir cuando yo también quiero dirigir? Si quiero bailar te pediré que bailemos. Si quiero hablar abriré mi boca y hablaré. Todos me piden que hable un poco más. ¿Por qué? ¿Qué bien haría si te digo que estás en cada pensamiento que tengo desde que despierto por las mañanas? ¿Qué bien haría si digo que a veces no puedo pensar con claridad ni hacer bien mi trabajo? ¿Qué provecho saldría si te dijera que sólo tengo miedo como los demás cuando pienso que algo puede lastimarte? Por eso estoy aquí sentado Ivy Walker. Temo por tu seguridad antes que la de los demás. Y sí, bailaré contigo en nuestra boda.
(El Bosque)

11/22/2010

Se disfrazó de Wally y se pintó las gafas.







Los alrededores de Villa Jacinta presumían por todos los campos verdes y los viejos eucaliptus que acompañaban a algunas vacas que pastaban tranquilas. El tiempo clareaba a medida que avanzaba la tarde y el coche en el que iban La Chica del Corazón Grande y su padre zigzagueaba por la carretera de montaña: a su izquierda el valle más enorme que jamás había visto y dentro de él un pequeño pueblecito cubierto de una niebla que parecía que nunca se esfumaría del lugar.
Al atravesar la verja de la entrada, a un par de kilómetros de la casa, ella se quitó el cinturón mientras seguía apoyada en la ventana sin dirigir ni una mirada al piloto. -Esto te va a gustar, ya verás - le dijo mientras recorrían el camino de piedra.
El coche se paró enfrente de la puerta principal, el señor Digby los estaba esperando vestido con un traje gris completamente impoluto y unos zapatos negros que reflejaban los pocos rayos de sol que llegaban.
La chica, de unos 55 kilos y 1,68 de estatura, cogió su maleta y, sin soltarla, hizo un corto gesto de adiós y se giró hacia la casa siguiendo los pasos del mayordomo.
Antes de subir el último escalón trató de volver hacia atrás. -Tengo muchas cosas que hacer cariño. - le dio un abrazo y la arreó hacia la escalinata otra vez.
La Chica del Corazón Grande se quedaría allí el resto del invierno, quizá, con suerte, volvería para celebrar su cumpleaños.








I came here tonight because when you realize you want to spend the rest of your life with somebody, 
you want the rest of your life to start as soon as possible.
(When harry met sally)

11/11/2010

Mi rock&roll engalanado.


Dejé de deshojar Margaritas porque me sopló en la cara un Diente de León.







"No estaba preparada en absoluto, pensaría que después de todas las horas que había pasado con Gale sabría todo lo que había que saber sobre sus labios. Pero no me había imaginado qué cálidos se sentirían presionados contra los míos. O cómo esas manos, que podrían preparar la más intrincada de las trampas, podían atraparme con la misma facilidad."
(Los juegos del hambre)

11/10/2010

Un Cambio, Dos Cambios, Tres Vueltas a lo Mismo....





Olerá a café. Olerá y ese día pensará en ella, aunque no quiera. 

Cuando se despertó la cama ya estaba vacía, hizo un leve gesto para ver si encontraba alguna nota sobre la mesilla pero cuando se levantó de la cama no había ni rastro de la noche anterior, sólo quedaban algunas gotas de whisky en la última copa y sus pantalones todavía tirados encima de la mesa del comedor.
Hizo un amago de afeitarse; el espejo estaba más turbio que nunca, la imagen cada día menos nítida de aquel Don Juan se escondía entre las colillas que mataba por doquier.
Se ató la toalla blanca a la cintura y dejó el agua de la ducha correr. El vaho comenzó a llenar la habitación y un perfume azaharoso entibió el ambiente evitando que los rayos llegasen desde la Antártida.

-Buenos días Jack - le dijo su secretaría al llegar a la oficina.
-Coca-Cola Jen, cien litros de Coca-Cola por favor- le dijo él sin parar ni un segundo a mirarla. Entró y se sentó en el sillón que le había comprado ella unos meses antes del divorcio. No había hijos.

Jack se dedicaba a concertar citas sin exclusividad, una situación totalmente aceptable de no ser porque la mayoría de las veces era él el que terminaba enredado entre batas de seda y tacones de ocho centímetros.

Llegó la bebida. Con ella las veinte visitas fechadas para ese día y una sonrisa de caramelo que no paraba de latir en cuanto él pisaba la moqueta gris marengo. Pero de eso, había estado demasiado ocupado para darse cuenta. 



La felicidad es inversamente proporcional a la inteligencia. ¡Incluso he trazado un gráfico! Me gustan mucho los gráficos.
(Lisa Simpson)

11/05/2010

La mano maestra desaparece al mirar a la izquierda.





Siempre había sido una de esas personas que había permanecido abrochada al botón de su hígado desde que entró en su vida, cuando eran apenas dos niños que se divertían lanzando barro los sábados por la tarde.
Moira ya tenía unos cuantos años más, él siempre había sido un par de años mayor que ella. 
Su jersey rosa de mangas largas y cuerpos anchos bailaba cuando el viento recorría la calle por la que ella paseaba, eran las seis de la tarde y no quedaba ni una gota de luz por el centro de Madrid.
Llevaba puesto un gorro del mismo color y la bufanda cruda de lana marcaba mucho más claramente las gotas que caían de sus lacrimales cuando por culpa de sus bailarinas negras el frío la hacía temblar.
-¿Qué tal estás señorita? - le habló súbitamente, sabía que era su voz porque se acordaba perfectamente de todos los ratos libres que había pasado en su casa cuando él estaba solo.
-¡Ostrás! - ella se quedo ojiplática. Muda. Incapaz de mover ni el dedo izquierdo del pie ni de respirar otra vez.
-Sólo han pasado seis años mujer.
-Todavía me acuerdo de los moratones que me hacías en los brazos cuando jugábamos. - intentó incorporarse para darle un abrazo, seguía oliendo a él.
-Incapaz de decirte que me gustabas... Así cada vez que mirases tu brazo te acordarías de mi. - le dijo él cauteloso.
Moira estaba allí, sentada en el primer banco que había encontrado mientras un nudo en el estómago le hacía preguntarse todos los viajes que no había hecho.
Payaso! - creo que le dijo eso porque nunca había aceptado que a ella también le hubiese gustado besarle en algún escondite perdido - Pues te he echado un montón de menos....






"Aquí. Trepado en la cima de la nada de pronto recibo la llamada de la muerte. Que por demás me avisa pasajera que no es nada. Nada más que la ausencia de la nada. Nada más que la ausencia de la misma palabra. Nada más y simplemente que la nada."
(Giannina Braschi -El imperio de los sueños.)


11/02/2010

Filosofía de un callejón. ¿Alguién se lo ha dicho?



Solo que después, esa era únicamente la pregunta a una respuesta que exigía que ni siquiera se intentase contestar. Pensé: Mierda, otra vez. No me acordaba que fue así. Tal cual.
En ese exacto momento, con la mano izquierda en la que tenía tres o cuatro pulseras de cuero y un par de gomas de colores, di un golpe seco sobre el vidrio que cubría la mesa roja. Dejé el portaminas, me desaté el pelo que cayó a lo largo de mi espalda reflejando una melena ondulada que ya llegaba a la altura de la cintura, cogí el teléfono y pude ver tres mensajes de hacía más de cinco horas. Leí el primero. El segundo y el tercero se quedaron allí petrificados para la próxima incursión a la nevera.
El cuarto estaba frío, ya no quedaba luz y a través de las persianas podía vislumbrar algunas siluetas tocadas por las cuatro farolas que adornaban la penumbra de una calle de un sólo sentido.
Está bien, -me dijo.
Está bien, -le contesté.
Cuando levanté el puño la última mosca del verano de hace cinco años estaba boca arriba marcando su forma sobre un folio que había caído allí por casualidad.
Se había enfadado. Se había enfadado muchísimo cuando le di los motivos por los que no me sentía capaz de seguir escribiendo.
La camiseta blanca que me cubría hasta el comienzo de las piernas, una talla XXL, estaba manchada con las notas de aquella tortilla que había puesto en su bocadillo el día anterior. Las ojeras no eran por culpa de no visitar la cama.
Cuando alcé la cabeza para ver qué querían mis pájaros intenté escribir más de dos páginas seguidas.
Quizá era todo culpa de eso, de dos páginas.




"No fue lo que ví lo que me paró, fue lo que no vi.... Sí, lo que no vi...
¿Entiendes? Lo que no ví..."
(Alessandro Baricco - Novecento)