9/27/2011

¿A qué velocidad vuela el beso más rápido del mundo?




Lo fabuloso de observar el mundo desde una ventanita de menos de veinte centímetros de largo se deshacía a medida que repasaba con el dedo cada uno de los topes de ésta, como si quisiera extenderla de alguna manera para ampliar su vista. No pretendía mover ni un ápice la posición que su cabeza guardaba.  
Desde allí, el océano parecía más profundo y el campo se dividía con perfecta geometría en colores cálidos que auguraban la entrada de un otoño que todavía no había sentido. Silvia recordaba con incredulidad los crecientes tintes amarillos y escarlatas alreadedor de las colinas detrás de su antigua casa; mientras tanto viraba de vez en cuando hacia las páginas en las que su compañero de fila garabateaba un sin fin de símbolos que a ella le parecían la química orgánica que nunca había sabido captar. Le parecía asombroso cómo algunos hombres se excitaban con el olor del acelerante. 
Se despertó con el bote de las ruedas contra el firme. Para entonces todos los apuntes ya estaban encerrados de vuelta en el maletín y el que había sido su amigo de viaje se había vuelto a esconder detrás de un sombrero de copa. 
En su sueño pensó que era mucho más sano excitarse con el olor de un té con limón a las ocho de la mañana. 




"El silbido del expreso de Madrid me rescató de mis bucólicas meditaciones. El tren irrumpía en la estación a pleno galope. Enfiló hacia su vía y el gemido de los frenos inundó el espacio. Lentamente, con la parsimonia propia del tonelaje, el tren se detuvo. Los primeros pasajeros comenzaron a descender, siluetas sin nombre. Recorrí con la mirada el andén mientras el corazón me latía a toda prisa. Docenas de rostros desconocidos desfilaron frente a mí. De repente vacilé, por si me había equivocado de día, de tren, de estación, de ciudad o planeta. Y entonces escuché una voz a mis espaldas, inconfundible."
(Marina)

9/13/2011

Guapérrimos



Resultaba extrañamente gracioso contemplar la ciudad desde el acantilado, el frescor de los valles que abrazaba la intensa negrura de la ciudad hacía que la sensación de ingravidez fuera de lo más nauseabunda a la vez que cómica.
A Jack le pasmaba observar los barcos salir y entrar del puerto, no se consideraba lo suficientemente muerto como para no darse cuenta del sudor de los mozos cargando los artilleros. Le causaba risa saberse ahí sentado sin hacer nada, escapándose una vez más de la tiranía de la rutina y alargando los días para regar lo que una vez había sido una vida seca.
Si una cosa sabía hacer, era referir los hechos que había presenciado y por ello no hubo interrupciones la tarde en la que abandonó la casa de su Tío George en busca de lo que las televisiones prodigaban en aquellos tiempos. Cuando cargó su maleta en la baca de su flamante nuevo Ford insinuó primero todas las verdades que se había estado callando hasta entonces; o lo que para él había sido realmente cierto. Pese a ello, guardó con ternura en algún rincón las noches que había compartido con Lily; su modestia no le permitía insinuar que el leerse en voz alta era un elemento vital en la vida de aquella muchacha.



Hay un orden oculto en el desorden, diría yo. Un orden que incluye el desorden. Simetrías y respuestas a simetrías. (...) Digo que somos malvados y no podemos evitarlo. Que son las reglas de este juego. Que nuestra inteligencia superior hace más excelente y tentadora nuestra maldad... El hombre nació predador, como la mayor parte de los animales. Es su impulso irresistible. Volviendo a la ciencia, su propiedad estable. Pero a diferencia del resto de animales, nuestra inteligencia compleja nos empuja a depredar bienes, lujos, mujeres, hombres, placeres honores... Ese impulso nos llena de envidia, de frustración y de rencor. Nos hace ser, todavía más, lo que somos.
(El pintor de Batallas) 

9/09/2011

43 Courthill Road y tú sonando.




Había sido algo así como construir un cerebro sin manual de instrucciones. Giró 180º grados y se olvidó de las palmas sobre la espalda haciendo volver súbitamente unas nuevas ondas de radio no sintonizadas en ninguna frecuencia. 




El cálido aliento de la sencillez está hirviendo de gozo por la dicha de la vida. Jamás permitiré que la arrogancia e insensibilidad de la tecnologia científica humille con su pisada esta tierra santa.

Los sueños están temerosos por lo que se avecina. La tecnología insensata y desconsiderada les está arrebatando su refugio.

En un mundo donde la lógica es inhumana y los hechos despropósitos continuados, el último santuario protegido que le queda al ser humano es el del sueño. Pero este oasis está repleto de refugiados que se ven inexorablemente perseguidos por la realidad.

(Paprika)