8/26/2013

Todos nacemos con una caja de fósforos dentro



Es curioso cómo funcionan los déjà-vu. 

Estaba plantada ante él como si hubiera surgido de la nada. No era una señora de ochenta años que le perseguía para que se terminase el bocadillo, sino que la dueña de "esa voz" pausada y liviana era una mujer joven y esbelta con un vestido gris marengo y sandalias de ante. Al cuello llevaba un pañuelo de hilo con motivos amarillos y una especie de tachuelas en los bordes.
La media melena de Monipenny brillaba en un tono caoba intenso cuando se movió entre los árboles y   los rayos del sol le acariciaban. Sus ojos verde oscuro le miraron con un tono interrogante.
- Estoy buscando a Ric, me han dicho que por aquí todavía pasa de vez en cuando - le dijo tambaleándose hasta caer en un viejo banco de madera resquebrajada.
¡Dios mío! Él conocía esa sonrisa, era la  misma que hacía unos años le había llevado a bailar a las seis de la mañana todas las noches.
-Perdona, ¿te conozco? - se desabrochó los cordones de sus bambas, se las quitó y se sentó en el césped, a los pies de ella - Me recuerdas mucho a alguien, no sé, quizá son paranoias mías.
Se quedaron ahí unos instantes, él inmóvil y ella dibujando con su dedo sobre la madera del banco, pensando en esas instantáneas bajo las que se esconden las historias.
Se sentían bien allí, como si se conocieran de toda la vida. Se miraban e incluso llegaron a rozarse en algún instante. Era como si en su vida anterior algo los hubiese tenido ligados.
-Mon, tú eres mi Mon. No lo entiendo. Me quedé esperando a que volvieras a encontrarte, a que la piel mudada volviese a pegarse con superglue si hacía falta. 
Ella se dejó escurrir hasta que sus nalgas tocaron la hierba húmeda y, siempre manteniendo su mirada al frente como si otease el horizonte, se sacó del bolsillo una vieja pulsera de madera. Jugaba con ella entre sus manos, se distraía viendo cómo los abalorios caían de un lado al otro.
-¿Vienes a devolvérmela? - le preguntó Ric mirándola.
- ¿Piensas que lo haría en algún momento? - Mónica tenía esa especial habilidad para contestar preguntas con otras preguntas y dejar que el silencio respondiera las anteriores, dando por sentado que ciertas respuestas debían saberse.





Al padre de Max le gusta ir diciendo por ahí que todas las noches juega a la pelota en el jardín con su hijo, que es justo lo que están haciendo los dos ahora mismo. Le cuenta a todo el mundo lo bien que Max coge la pelota, y a veces insiste mucho en ello, aunque generalmente lo hace cuando la madre de Max no está delante. A veces, si sabe que su mujer puede volver en cualquier momento, lo suelta nada más salir ella de la habitación.
Pero la verdad es que jugar, jugar, no juegan. Su padre le lanza la pelota, y Max la deja caer e irse rodando, y cuando la pelota se para, la coge e intenta lanzársela de vuelta. Sólo que el padre de Max siempre está demasiado lejos y él siempre se queda demasiado corto, por mucho que su padre lo anime diciendo: <<¡Date impulso!>>, o <<¡Lánzala con todo el cuerpo!>>, o <<¡A por todas, hijo!>>.
Siempre que juegan a tirarse la pelota, el padre de Max lo llama <<hijo>> en lugar de Max.
Pero aunque Max se diera <<impulso>>, o fuera <<a por todas>> (yo no sé que significan ninguna de las dos cosas, y me parece que Max tampoco), a su padre nunca le llega la pelota.
Pero digo yo, si quiere que le llegue, ¿por qué no se acerca un poco más?
(Memorias de un amigo imaginario - Matthew Dicks)

8/06/2013

It could always be worse


Hay afinidades que sólo el azar domina. Mientras tanto, Alicia seguía llevando diademas para ordenar sus ideas y que no se le alocaran con el viento más de lo necesario. A veces rescataba sus faldas del fondo del armario, esas que había dejado empolvar para ver si el tiempo lo solidificaba lo sufiente para soportar el peso del silencio, y con miedo de hacerse nuevos moratones en las rodillas, compraba globos de helio para retar a las sombras de una ciudad en llamas.

Daba pasitos de hormiga, como si el suelo fuese a abrise delante de ella, y miraba fijamente cuando cantaba las cosas, penetrando hasta el fondo. Y si la intentabas mantener la mirada te podías perder en esa sensación de levitar en la que se encontraba todo lo que la rodeaba. De vez en cuando arrugaba la nariz, hacía una mueca que se convertía en un hoyuelo en el lado derecho de su moflete y seguía cogiendo margaritas. Siempre le habían gustado esas flores, no como las rosas que colgaba boca abajo y dejaba marchitar. Pero luego quedaban tan bonitas...





Nadie cree que su vida saldrá más o menos bien. Todos creemos que vamos a estar bien. Y desde el día en el que decidimos ser lo que queremos ser y hacer, nos llenamos de esperanza. Esperanzas de los caminos que nos abriremos… La gente a la que ayudaremos, lo que nos afectará… Grandes esperanzas de quién seremos, adónde iremos. Y entonces, llegamos ahí. Todos pensamos que vamos a estar bien. Y nos sentimos un poco engañados cuando no damos con nuestras esperanzas. Pero a veces, nuestras esperanzas nos subestiman. A veces lo esperado simplemente se queda en nada en comparación con lo inesperado. Tienes que preguntarte por qué nos aferramos a nuestras esperanzas… porque lo esperado es lo que nos mantiene firmes, derechos… inmóviles. Lo esperado solamente es el comienzo. Lo inesperado… es lo que cambia nuestras vidas.
[Anatomía de Grey]