5/10/2014

Hoy te he visto en el reflejo del aire. Día 6.


Dejó de planear momentos el día que nació. Alicia tenía el fantástico defecto de sentirse ajena a la obra de su vida; ella no iba a contratar actores, ni a elegir la música de fondo, ni el lugar donde se rodara la escena, sino que se saltaría las reglas de su día a día vistiendo botas de agua color amarillo pollito, por si algún charco se hacía más grande de lo normal.
Aquel día entró a través de la minúscula puerta de la casa azul cián cargada con un pequeña cajita de pastas. Las había de todos los sabores y colores, más neutras y del más puro e intenso chocolate negro, ese que le gustaba roer con la boca pequeña nada más terminar de comer. Cuando llegó hasta el fondo de la cocina, una puerta se abrió guiándola hasta el recogido jardín que observaba parando el resto del mundo, como si nada fuera de esas cuatro hortensias ya existiera. Fue allí donde su gato la esperaba, listo para preguntarle si ya tenía claro qué camino quería seguir.






En el hospital, vemos adicciones cada día. Es impresionante la de clases de adicciones que existen. Sería demasiado fácil si sólo fueran las drogas, las bebidas y el tabaco. Yo creo que la parte más dura de mandar a la mierda un hábito es querer mandarlo a la mierda. Es decir, nos hacemos adictos por un motivo, ¿verdad? A menudo, demasiado a menudo, las cosas empiezan de cero como una parte normal de tu vida y, de algún modo, cruzan la línea de la obsesión, compulsión. Perder el control. Es el colocón que arrastramos. El colocón hace que todo lo demás se apague lentamente. El caso es que la adicción no acaba bien porque tarde o temprano, lo que nos haya tenido drogados deja de hacer sentir bien y empieza a doler. Pero dicen que no mandas a la mierda el hábito hasta que caes en lo más bajo. Pero, ¿cuándo sabes que has caído? Porque no importa cuánto daño nos está haciendo algo; a veces, dejarlo marchar, nos duele más.
(Anatomía de Grey)

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